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2011年4月23日土曜日

La crisis nuclear en Japón: análisis y reflexiones (Desde la Universidad Nacional de La Plata,Argentina)

Por Dra. Judith Desimoni
      Dra. Marcela Taylor
      Dr. Leo Errico
      Lic. María Luciana Montes
Grupo de Investigación y Servicios de Radioactividad en Medio Ambiente
Departamento de Física 

Facultad de Ciencias Exactas
Universidad Nacional de La Plata
IFLP-CONICET-UNLP 


El 65% de la electricidad generada en Japón proviene de petróleo, carbón y gas natural, recursos que son importados en un 80%. Esto ha llevado a Japón a apostar por la energía nuclear, que junto a la hidroeléctrica, aportan el 35% restante de la energía (desde 1973 la energía nuclear de importancia estratégica a nivel nacional).

En la actualidad Japón cuenta con 54 centrales nucleares instaladas, 10 de las cuales son las de Fukushima Daiichi (6) y Fukushima Daini (4), gerenciadas por la empresa TEPCO (Tokio Electric Power Company).

 De ellas, siete estaban en operación y tres en parada normal de mantenimiento el 11 de marzo de 2011, fecha en la que ocurrieron el terremoto de 9 grados en la escala de Richter y el tsunami. Luego del terremoto, los sistemas de seguridad de las centrales actuaron eficientemente apagando los reactores y comenzando los procesos de refrigeración.

Sin embargo, el tsunami que siguió al terremoto afectó la alimentación eléctrica normal y de emergencia, lo que impidió el normal funcionamiento de los sistemas de enfriamiento, llevando a los reactores y a las piletas de almacenamiento de combustible gastado a una situación crítica.

De acuerdo a la información suministrada por las agencias oficiales de control de Japón y la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA) desde el primer momento se han puesto en marcha los protocolos de seguridad para salvaguardar el medio ambiente y la población. A pesar de los esfuerzos realizados por los técnicos, la situación aún es compleja.

Inicialmente el accidente fue clasificado como 4 en la escala INES (escala que cataloga los accidentes e incidentes nucleares y radiológicos de acuerdo al impacto en las personas y el medio ambiente, a las barreras y controles radiológicos y a la defensa en profundidad).

El 18 de marzo, luego de evaluar nuevamente la situación a la luz de la evidencia de la severidad del accidente, se modifico la valoración de la situación, siendo la clasificación actual:

FUKUSHIMA-DAIICHI-1: INES 5
FUKUSHIMA-DAIICHI-2: INES 5
FUKUSHIMA-DAIICHI-3: INES 5
FUKUSHIMA-DAIICHI-4: INES 3
FUKUSHIMA-DAINI-1: INES 3
FUKUSHIMA-DAINI-2: INES 3
FUKUSHIMA-DAINI-4: INES 3

INES 3 corresponde a un incidente grave con impacto en las personas y el medio ambiente, involucrando exposición diez veces superior al límite anual establecido para los trabajadores, con efecto no letal de la radiación en la salud, siendo las tasas de exposición superiores a 1 Sv/h en una zona de operación y presentando contaminación grave en una zona no prevista en el diseño, con escasa probabilidad de exposición importante del público.

En esta categoría se encuentran un cuasi accidente en una central nucleoeléctrica sin disposiciones de seguridad pendientes de aplicación, la pérdida, robo o la entrega equivocada de fuentes selladas de actividad alta. INES 5 es un accidente con consecuencias amplias, con liberación limitada de materiales radiactivos, que probablemente requiera la aplicación de algunas contramedidas, daños graves en el núcleo del reactor, liberación de grandes cantidades de materiales radiactivos dentro de una instalación, con alta probabilidad de exposición del público; provocada posiblemente por un incendio o un accidente de criticidad grave. La alta probabilidad de exposición no implica niveles altos de exposición del público.

Este cambio de calificación no significa que la situación en relación a la seguridad radiológica y nuclear haya empeorado, sólo se ha realizado una evaluación más acorde a la opinión de los especialistas que efectúan el seguimiento de la evolución de la situación.

Es importante destacar que el nuevo nivel INES asignado por la Autoridad Japonesa no implica la necesidad de implementar ninguna medida de protección adicional.

Desde el 20 de marzo, equipos de monitoreo de la IAEA y japoneses han realizado medidas de radioactividad en agua de consumo humano, agua de mar, aire, suelo y varios alimentos, encontrando niveles de contaminación radioactiva variables, en algunos casos por encima de los valores permitidos en Japón y superiores a los valores de base anteriormente determinados.

Esta contaminación está originada en la lluvia radioactiva de los vapores enviados a la atmósfera y en la migración del agua descargada para enfriar los reactores y las piletas de almacenamiento. Una vez detectada la contaminación de agua potable y alimentos, se han tomado medidas de restricción de consumo y comercialización de los mismos.

Según la página Web de la IAEA, a la fecha (31 de marzo) han sido levantadas las restricciones para consumo de agua para adultos e infantes.
Si bien se ha comenzado a obtener datos en forma sistemática, aún es prematuro hacer una evaluación sobre las consecuencias sobre el medio ambiente y la población. Es evidente que para determinar el impacto, se deberá realizar un estudio completo de las matrices ambientales y alimentos que no sólo contemple la contaminación radiológica, sino también la presencia de otros contaminantes que han sido vertidos producto de incendios y derrames ocasionados por el terremoto y el tsunami.

Queremos destacar que, dado que los movimientos atmosféricos del hemisferio norte son prácticamente independientes de los del hemisferio sur, nuestro país no se verá afectado en forma directa por la contaminación que si afectaría al hemisferio norte.

Sin embargo es imprescindible implementar medidas de control de los alimentos importados tanto de Japón como de países comercialmente activos con Japón a fin de evitar el ingreso al país de productos contaminados, tal como ocurrió con leches importadas de la zona afectada por el accidente de Chernobil.

En relación a los límites de contenidos de radionucleídos naturales (presentes en la atmosfera y corteza terrestre desde la formación de la Tierra) y antropogénicos (vinculados con el inicio de la era nuclear), sería deseable que nuestro país formule leyes adecuadas en lo referente a contenidos límites de radioactividad en alimentos y en las matrices ambientales acordes a la situación local y diferenciando según el origen de los radionucleídos.

 En este marco se deberían realizar esfuerzos para el desarrollo de programas que establezcan líneas de base regionales que favorezcan la detección de alteraciones de las matrices ambientales en el caso de emergencias radiológicas y que contribuyan al establecimiento de los límites legales.

Otro punto importante es la necesidad de contar con recursos humanos altamente capacitados, entrenados para intervenir en estos casos de emergencia, tanto en las cuestiones técnicas inherentes a las plantas nucleares como en el monitoreo ambiental.

Si bien la Argentina cuenta con profesionales altamente capacitados en la materia, situaciones complejas como la planteada en Japón ponen de manifiesto la necesidad de disponer de un gran número de profesionales entrenados en el monitoreo ambiental y de alimentos.

Un punto a parte merece la comunicación a la población de temas relacionados con la radioactividad y la energía nuclear.

 Desde el inicio de la crisis en Japón, la información brindada por los medios de comunicación fue parcial, ha veces contradictoria y en algunos casos equivocada.

En nuestra opinión, esta situación mostró la importancia del rol de los científicos a la hora de brindar información entendible y confiable a una población ávida de información certera, de aquí que consideramos que sería deseable que se alfabetice a la población en estos temas mediante programas que sirvan de puente entre los científicos y la población, para disminuir los miedos y evitar el pánico generalizado, tal como ocurrió en este caso.

Finalmente, este lamentable hecho pone de manifiesto la necesidad de aunar esfuerzos económicos y científicos para garantizar mecanismos de acción rápidos y eficientes en caso de emergencias radiológicas tales como monitoreos on-line de matrices ambientales y una red de laboratorios dedicados a la determinación de líneas de base.

 También se debería acelerar el desarrollo de energías alternativas.

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